14.4.11

Soy lo que mi sobrina quiera que sea


Este relato comenzó aquí:

Continuó aquí:

Comenzaba a tomar forma aquí:

Seguía su orden aquí:
 

Y continúa ahora aquí haciéndome muy feliz al escribir las cosas tal como las viví.

El 15 de diciembre del 2009 mi mamá, mi hermana mayor y mi sobrina vieron por primera vez mi vestido de novia.

A esas alturas todavía  me preguntaba cuándo sería el día en el que Er Pisha de Cai me preguntaría si me quería casar con él, no soy una chica convencional pero debo reconocer que empezaba a pensar que nunca lo haría y aunque llegaba a hacer bromas con él como: “cuándo me lo pidas digo que no y ¡perdimos todos esos reales!, la verdad es que a esas altura ya me creía que podía llegar a pasar que estuviera caminando por el altar sin que me hubiera pedido si me quería casar o no.

Al llegar a la tienda donde tuve la buena suerte de comprar mi traje, mi sobrina estaba maravillada con todos los vestidos que veía a su alrededor, la verdad sea dicha que mi sobrina tiene unos ojos que le permiten ver  todo de una manera hermosa y disfruta de todo como nadie, quizás lo habrá heredado de mí, que a estas alturas de mi vida no hay nada bueno que no me cause impresión y me enternezca el alma.

La mujer encargada de ayudarme con mi vestido (desde el principio fue siempre la misma) les pidió que esperaran sentadas fuera, en unos sillones muy grandes y muy cómodos que están en los probadores diseñados para que las familias esperen a sus novias de la manera más cómoda mientras nos arreglan. El vestido que me ponían esta vez en mis manos era finalmente el mío, que para esas fechas ya lo tenían listo. ¡Era espectacular!, mucho más hermoso de lo que recordaba. Tenerlo conmigo era la prueba definitiva que todo aquello que parecía un sueño era cada día más real. Er pisha de Cai y yo nos casaríamos.

Pensé en toda la gente que había trabajado en la  fabricación de ese vestido de ensueño, que quizás ni se imaginaban la importancia en mi vida de esas telas que con tanta dedicación habían cosido y que vestirían a alguien que a esas alturas de su vida nunca pensó que algún día organizaría su boda pero que estaba segurísima de querer pasar el resto de su vida al lado de un hombre que un buen día sin venir a cuento se cruzó en su camino robándole el corazón para siempre.

Luego de ayudarme a vestir con mucho cuidado, la mujer pasó a peinarme, improvisando un peinado que aún con la rapidez con que lo hizo parecía recién hecho en algún salón de belleza, era una persona con unas manos muy delicadas que hacían maravillas con todo lo que tocaba, de ella guardo muy buenos recuerdos sobre todo por el cariño con el que me trató durante todas las veces que nos vimos con la maravillosa excusa del vestido. Ese día al terminar de ponerme el velo y abriendo un poco la cortina de más de dos metros que escondían la sorpresa mejor guardada de una novia,  le preguntó a mis tres chicas (me faltaba solo mi hermana menor para que aquello hubiera sido totalmente perfecto) si estaban preparadas para verme, y ellas sonrientes le dijeron que sí. Cuando por fin salí intentando hacerlo de la manera más elegante posible para darles el regalo completo, vi sus caras que se mezclaban entre admiración y ternura quedándose grabadas en mi memoria para siempre. Mi mamá se emocionó demasiado y sin intentar guardar ni un momento su alegría exclamó: “¡AY MAMI QUE HERMOSA ESTÁS!”, mi hermana me dijo con mucha dulzura que estaba ¡BELLA! y mi sobrina aplaudiendo emocionada exclamó: “¡TATA ERES UNA PRINCESA!”, a mi hermana, a mi mamá y a mí se nos llenaron los ojos de lágrimas al ver a mi sobrina así, tan feliz ante algo tan importante para nosotras.

Y sí, ese 15 de diciembre del 2009 era Princesa, porque yo soy lo que mi sobrina quiera que sea, así es el amor, incondicional, y era por ese mismo amor que estaba yo ese día vestida de novia, algo que nunca pensé que podía llegar a pasarme algún día pero que ni en sueños (si alguna vez lo hubiera soñado) podría haberlo imaginado más hermoso.

Sin saber de dónde salieron, aparecieron en pocos segundos muchas mujeres alrededor mío, personas que estaban en la tienda y que seguramente alguien llamó para que me vieran, todas estaban entusiasmadas con mi vestido y me di cuenta que mi hermana y mi mamá se abrazaban de alegría, todas me pedían que diera un paseo delante de ellas con el vestido, así lo hice, aplaudieron contentas y yo, que me sigo sorprendiendo de todo lo bueno que me regala la vida día a día, tenía el corazón arrugadito, arrugadito. 

Fue demasiado especial.

Yo seguí caminando por parte de la tienda con mi traje a petición de todas las damas presentes que me indicaban como se caminaba con un traje muy andaluz. Porque siendo el novio de Cádiz mi mejor regalo para él que había aceptado casarse en mi tierra era premiarle con un traje andaluz, en honor a su tierra, esa tierra que todos los días que estoy en ella me regala sol y vida.

Debo confesar que luego de toda la euforia de ese primer día con mi vestido me entraron unos nervios que no había experimentado antes, quizás es porque sabía que teniendo mi traje listo era sólo cuestión de tiempo para ir del brazo de mi papá caminando por la iglesia para decir finalmente, ¡Sí quiero!

A partir de ese momento quedaban sólo 4 meses y medio para el gran día. Pero antes de eso muchas cosas tendrían que pasar, entre ellas la boda Civil que a esas alturas estaba planeada para que fuera en Cádiz, así que decidí tomármelo con calma porque con mi familia casi entera a mi lado, por navidad, no era momento para pensar en más nada que no fuera consentirlos y disfrutar de ese momento.

La mujer de la tienda me dijo que el velo si quería, podía pasar a recogerlo en dos días que ya tenían el mío y si quería me lo podía llevar a casa, así lo hice. Dos días después volvía a casa con mi velo de novia en mano, un velo mantilla muy largo, porque al final esta que escribe que nunca soñó con casarse, lo quería todo, tal como aquella que lo lleva planeando toda su vida, incluyendo un velo largo muy largo y con algo de mantilla en honor al novio que como ya mencioné, es andaluz.

Er pisha de Cai que desde el principio estuvo más nervioso que yo con los planes de boda, no pudo ser el mismo sabiendo que el velo estaba en casa, y aunque yo tenía la caja en un armario donde él normalmente no tendría que revisar nada tan fácilmente, para él era como si aquello que era parte de mi vestido pudiera cobrar vida y caminar hacia él para que lo viera y con eso de creer en que aquello trae mala suerte la angustia de tenerlo en casa no se le pasó sino a los pocos días cuando le dijimos que lo que trae mala suerte no es que el novio vea el velo de la novia sino el vestido.

Mentira piadosa.

Aquella tarde del 15 de diciembre del 2009, mi hermana propuso que celebráramos el día tan especial que habíamos tenido yendo a tomar unos churros con chocolate que están muy buenos pero que en Cádiz son aún más sabrosos.

Yo, por aquello de la alergia al chocolate, preferí acompañarlos con un ¨manchao¨ que es el café con leche venezolano de toda la vida y sabe igual de rico aquí o allá, porque al final las cosas buenas de la vida, siempre son buenas, estés donde estés, las llames como las llames.

Feliz todo.


17.2.11

Por amor

Por amor he hecho muchas cosas buenas en la vida.

En primaria estuve enamorada de un niño que era hermano de una de mis mejores amigas del tercer grado, él, mayor que yo, estudiaba el quinto grado, y por supuesto, nunca se enteró que yo existía, pero yo con mis (si mis cálculos no me fallan) casi 9 años, suspiraba todos los días sólo con verle.
Mi primer diario está escrito desde que yo tenía siete años, en ese primer año con diario hablaba de aquel niño que me había roto el corazón enamorándose de mi prima en el primer grado que cursábamos juntas. Así que para cuando ya contaba con casi nueve años la capacidad de amar era mucho más intensa (la intensidad que da la experiencia, por supuesto).

Caramelito Vladimir, así le puse a un hámster que compramos en casa para una tarea de la escuela, el motivo era cuidar a una mascota durante un tiempo, mi madre que descubrió su pasión por los perros cuando nosotros ya no teníamos ni ganas ni tiempo para cuidar a una mascota, decidió que esa mascota, el hámster, era la única que permitiría para tal descabellada tarea, lo adoptamos en casa y el nombre era en honor a él, a mi amor del tercer grado, Vladimir, el hermano de Mariangeles. Visto en la distancia suena poco romántico comparar al hombre (o niño) de mi vida en aquel momento con un roedor que para decir la verdad, era feo, muy feo.

Aunque en mi mente infantil cuidar a mi Caramelito Vladimir era en cierta forma cuidarle a él, al Vladimir de mis sueños, el niño por el que cada día ir al colegio era un paseo por las nubes. Hablarle a aquel hámster declarándole mi amor diario era desahogar aquello que la timidez me impedía decirle al verdadero Vladimir. Insisto, suena raro en la distancia pero en aquel momento fue lo máximo que me pudo pasar. Sobre todo porque su hermana, Mariangeles, nunca sospechó nada por aquel nombre que había escogido para mi mascota, simplemente le parecía gracioso que se llamara como su hermano. Supongo que en ninguna cabeza cabría la idea que yo pudiera estar enamorada de alguien dos años mayor que yo, porque en esos tiempos de infancia cada año es un siglo y Vladimir con sus casi 11 años era un viejo comparado conmigo.
¿Pero qué se le va a hacer si así es el amor?


No tengo ni idea qué ha sido de la vida de Vladimir, y aunque le recuerdo con cariño no ha sido el único del cual me he enamorado. He tenido la suerte de tener un corazón loco, soñador, abierto al amor siempre, amor que ha llenado mi vida con cosas buenas, muy buenas.

Sin contar los amores fugaces de la infancia, puedo decir que me he enamorado de verdad ( o hasta los teque teques, como diríamos en Venezuela) cuatro veces en mi vida. Los amores de verdad son para mí aquellos que nos hacen reír y llorar con la misma intensidad, aquellos que te arrugan el alma, que hacen con solo una mirada que el corazón se detenga sin llegar a matarte, que te hacen viajar por horas para compartir sólo unos minutos juntos, aquellos con los que te sientes inmortal, aquellos con los que olvidas de todos tus males, los que con un beso te entregan el mundo y te lo arrebatan al mismo instante, los que hacen que pierdas el sentido del tiempo y el espacio, los que te hacen desear que todo fuera así, simplemente así para siempre, porque no necesitas más. Los que te llenan el alma de recuerdos que te acompañarán toda tu vida y en los momentos que más lo necesites te arrancarán nuevamente esa sonrisa y esa lágrima de alegría, alegría por aquél que, sabiéndolo o no, te arrancó para siempre un trozo de tu corazón.

Por amor he hecho muchas cosas buenas. Y las seguiré haciendo. Es el amor un sentimiento tan intenso que mueve mi historia y me llena de recuerdos hermosos todas las etapas vividas hasta ahora (¡y las que me quedan!).

Lo que es nuevo para mí, es el reenamorarme todos los días, que alguien a quien llevas amando ya por más de una década te paralice y te deje sin respiración casi a diario con una mirada, una palabra, una sonrisa inesperada, alguien que te hace sentir que aún estás soñando cuando despiertas y le ves a tu lado. Ese es mi hoy, que no cambiaría por nada. Ese hoy que me llena de mariposas el estómago y el alma a diario. Ese presente que está lleno de la misma ilusión que me hacía suspirar a los nueve años, ese presente que ni cuando soñaba despierta mirando a la luna cuando era una adolescente mientras pedía que llegara el amor, ese amor con el que sientes que el tiempo se ha detenido para siempre, podría imaginarlo tan maravilloso.


Soy una afortunada.

Feliz todo.