La confianza
Yo creo en la gente que quiero. Pienso que son honestas y nunca pensaría que quisieran hacerme nada malo ni a mi, ni al resto.
Siempre he creído en la buena voluntad de los que quiero,sino fuera así no los consideraría parte del grupo de los que quiero.
Yo creo en la gente. Por lo general nunca pienso que alguien me hará algo malo sin motivos porque yo simplemente no lo haría.
Esa forma de pensar ha hecho que nunca tenga miedo a la gente ni a hacer amigos nuevos.
No creo en los amigos que se tiren dardos envenenados en su trato, ni en broma, porque considero que tus verdaderos panas nunca te harían daño, por eso si consigo a alguien que quiera hacerme daño sin motivos, no lo considero del grupo de los que quiero, simplemente intento mantenerle a raya. Porque no creo que alguien que se considere amigo ni en broma busque hacerme sentir mal.
Tampoco creo en la envidia. Y menos viniendo de la gente a la que quiero, si alguien que quiero tiene buenas nuevas, yo me alegro y me gusta que me lo cuenten porque la felicidad de ellos me contenta y mucho. Por eso cuento sin límites todas las cosas buenas que me suceden a los que considero que quiero y me quieren. Nunca pensaría que algo bueno mío les haga sentir eso que la gente llama envidia, nunca lo pensaría y por eso lo cuento todo.
Por eso mismo que creo en la gente es que esta idea que vi en Amsterdam me pareció genial y muy posible:
Se trata de un sitio que han puesto donde puedes poner todas las cosas que encuentres en la calle para que el dueño pueda venir a recogerlas, los objetos van desde llaves hasta mochilas. En la mochila de la foto había incluso algo de dinero y cuando lo vi me quedé alucinada porque me pareció una idea excelente. Hablé con la mujer que tuvo esta idea tan buena y me dijo que la base de su invento era LA CONFIANZA, confiar en que la gente era honesta y siempre devolvería lo que se encontraba, que la gente por honesta no se llevaría nada que no fuera suyo (porque resulta que de este sitio te puedes llevarte lo que sea que encuentres porque sí, no tienes que probar si es tuyo o no) ella al preguntarle si creía que la idea iba a funcionar respondió algo con mucha lógica: "yo no me llevaría nada que no fuera mío, así que creo que mucha gente haría lo mismo que yo"
Hablando con un amigo español de la idea me comentó que el pensaba que eso en España no funcionaría, yo le dije que pensaba que la gente es gente en todos lados y que igual que creía en la honestidad de los holandeses, pues también creía en la de los españoles. No le convencí con la teoría que la holandesa que inventó esto me explicó, y en la que yo también creo, partir del principio de la honestidad propia que se multiplica en la de los demás.
Hace poco compré en una tienda aquí en Cádiz, me faltaban diez euros para completar el total de lo que me quería llevar, era tarde y no me daba tiempo de ir y volver a casa para buscar los diez euros que me faltaban, la señora me dijo que no importaba, que me lo llevara todo y otro día le pagaba, le dije que en verdad necesitaba lo que estaba comprando porque al día siguiente salía de viaje y lo necesitaba para el viaje, me dijo que me fuera tranquila y cuando volviera pues le pagara. Y así, me llevé todos los productos sin haberlos pagado todos. No pagué cuando volví, me acordé muchos días más tarde y cuando fui a pagarle la señora sólo me preguntó que tal me había ido en mi viaje. Confirmado. En todos lados hay gente que confía en el otro. Eso es bueno. Concluí que la idea de la holandesa definitivamente sí funcionaría en España, porque la señora que me ayudó es española y si hay una como ella entonces habrán muchos así multiplicados por allí.
Y para los venezolanos que piensen que estas cosas no pasarían en Venezuela, les cuento una anécdota, una vez el pisha de cai y yo nos fuimos a un pueblo en venezuela que tiene muchas islas cercanas, la gente que contratamos para el viaje por las islas nos llevó a una que no era la mejor de todas y además resultó ser la más turística, ese día conocimos a un viejito que tenía un peñero y era pescador, nos hicimos panas rápidamente y el señor nos dijo que él nos podía llevar a una isla mejor, le dijimos que no teníamos dinero con nosotros para pagarle ese viaje pero él nos dijo que no importaba, que él nos llevaba nos daba el paseo nos devolvía al puerto y que le pagaramos al día siguiente, el señor hizo su trabajo y nos llevó sin saber si nosotros, los que parecíamos amables con él, finalmente le pagaríamos o no. Al día siguiente al mediodía fuimos a buscarle a su peñero, como acordamos, al llegar nos abrazó con mucha alegría diciéndonos: "así mi mujer va a dejar de ser tan mal pensada con la gente, porque toda la noche me estuvo diciendo que ustedes no vendrían a pagarme y miren aquí están". Al salir de aquel pueblo me llevé una alegría enorme conmigo porque ese viejito confió en nosotros y pudimos demostrarle que, en esta vida, vale la pena confiar.
Un beso para todos.