24.2.09

Entre papelillos, caramelos y serpentinas

Así me recuerdo de niña durante la época de Carnaval en la Caracas de mi infancia.

Pero sin disfrutarlo completamente...

Intentaba recordar algún disfraz que haya usado durante la época de primaria que no fuera el de Reina, y sé que voy a sonar antipática pero aún así asumo el riesgo, no recuerdo ninguno porque desde el primer al último grado siempre me coronaron Reina del salón, si tuve la dicha de poder usar algún otro disfraz fue solo en las obras de teatro o musicales que hicimos en primaria, pero nunca durante Carnaval, durante esa fecha me tocaba sentarme y aburrirme como una ostra en el medio del salón, en un puestecito que siempre reservaban para quien según todos los niñitos (porque sí, cruelmente para el resto de mis compañeritas eran los chamitos del salón quienes decidían) era la niña más indicada para llevar corona, banda y cetro.

El primer año que me eligieron, sinceramente, me pareció algo muy bonito y aunque me cuesta reconocerlo ahora, me hizo sentir incluso especial, porque además con esa edad yo nisiquiera pensaba en el daño que podía causar al resto de las niñas a las que en cierta forma había ganado en algo, yo simplemente lo vi divertido y me dediqué a disfrutar el rol que me habían dado, un papel aburrido, sí, pero era algo diferente y lo novedoso lo hacía interesante . Pero cuando que te coronen año tras año empieza a ser común y te toca sentarte y por órdenes de la maestra "SIN MOVERTE que yo te traigo lo que necesites" pues empiezas a odiar que así sea, le agarras manía a la corona y hasta llegas a apagar la tele cuando transmiten el Miss Venezuela y suena lo que es casi un himno para todos los venezolanos " en una noche tan linda como ésta cualquiera de nosotras podría ganar" y era eso mismo, ganar, lo que yo ya odiaba, por eso ponía esa cara de lástima al ver a aquella compañerita de clases que siempre tuvo la suerte de "no ganar" e incluso llegó a ponerse el disfraz de mis sueños, el de la Mujer Maravilla.

Yo les juro que dos semanas antes de Carnaval, que era cuando hacían la bendita elección, rezaba a todos los santos para que no me tocara, me despeinaba antes de entrar a clases e incluso llegaba a rayarle los cuadernos a todos mis compañeritos para que me odiaran, pero no sé si era mi olor natural de aquella época o qué, los muy condenados terminaban votando por mí, sin importarles nisiquera cuántos chiclets les había pegado en el pupitre de todos y cada uno, y miren que me costaba masticarlos todos, me dolían los dientes por días.

Y sí, sé que mi relato suena raro e incluso creo que hasta pedante para quien siempre estuvo del otro lado, pero no es así, abro mi corazón hoy para confesarles uno de mis traumas de primaria que me temo me acompañará por toda la vida y es el no poder haber usado durante mi más tierna infancia el disfraz que me diera la gana, sino aquel que me impusieron siempre. Menos mal que en la Secundaria éramos todas niñas y no tuve que pasar por ningún concurso más ( ah sí, el de delegada del salón que gané varias veces y odié tanto que en la Universidad ni muerta me postulé, pero ese no cuenta como trauma)

Es por eso que el pasado sábado, cuando me pude disfrazar de Vampira, fui la mujer más feliz del mundo, porque al hacerlo, es como si me hubiera desquitado de alguna forma de todos esos carnavales donde entre papelillos, caramelos y serpentinas, no podía disfrutar todo lo que quería sino que me tenía que aburrir viendo a los demás gozar un mundo, y yo señores, me pregunto que habrá sido de aquella niña que sí podía llevar el traje de " mujer maravilla"?.

Besos para todos. Disfruten lo que queda del Carnaval.

16.2.09

Hoy es un día triste en la historia de Venezuela

Aquí, fue nuestro país quién perdió, nuestros niños y jóvenes llenos de esperanza en su futuro, que ahora es totalmente incierto.

Yo supe cuando vi al Rey de España humillado públicamente recibiendo a Chávez en Mallorca como si fueran buenos amigos (luego de aquel histórico incidente donde el Rey pronunció esa frase que se hizo tan famosa y que pocos venezolanos lograremos olvidar con los años : "Por qué no te callas?"), qué si había logrado tamaña rendición del Rey a sus pies a punta de Petróleo más barato para España, para así poder sacarse esa espina que se le había clavado cuando ante el mundo el Rey lo había dejado en evidencia, ese mismo día supe qué faltaría poco tiempo para que los siguientes en el turno fuéramos nosotros, la oposición que le dijo NO hace pocos meses y que le había dado en su ego, a la cual amenazó públicamente al decir que las cosas no quedarían así y que volvería a intentarlo porque nuestra Victoria, según él, había sido "de mierda".

Y así fue, hoy ya puede dormir tranquilo, porque su ego herido ha sido reconfortado con un triunfo que su buen dinero le habrá costado, un dinero que al fin y al cabo no es suyo, pero que mientras esté en el poder repartirá a diestra y siniestra comprando honor para quien honor no merece, es con dinero con que se humilla a un Rey y es con dinero con que se humilla a un pueblo, un pueblo que está muy por debajo del tamaño de sus ambiciones y de esa necesidad tan grande de pasar a formar parte de los libros de historia, y yo hoy desde lo más profundo de mi corazón espero que sea así, que algún día se pueda escribir de Chávez como un Dictador, y que al hacerlo, el único que tenga que irse del país sea él.

Hoy, repito, ha perdido Venezuela.

14.2.09

En un día como hoy

Donde en principio llenos de tanto amor todos debemos decir sí y sólo sí.

Los venezolanos solo podemos pensar en decir NO y sólo NO, porque al Presidente que tenemos en lugar de gobernar y arreglar todas las cosas que funcionan tan malamente en el país, no se le ocurre otra cosa que convocar nuevamente a un referéndum que ya tuvimos hace poco más de un año y donde creíamos haber dejado claro que NO es NO.

Así que San Valentín está en pausa, como los corazones de todos los que queremos a nuestro país y mañana saldremos por segunda vez a decir NO y NO a la reelección indefinida del Presidente . Esperando que se haga justicia nuevamente y gane la democracia para quede claro por segunda vez y para siempre que NO es NO.

Un beso para todos.

10.2.09

Frente al espejo

Mientras miraba su cuerpo desnudo en el espejo, Matilde recordaba la vez que estuvo tan cerca de acostarse por primera y quizás única vez en su vida, con algún otro hombre que no fuese su marido.

Ese otro hombre que estuvo a punto de hacerle cometer un pecado que si no era mortal seguro que casi la habría matado de pasión, era Gonzalo, aquel que fuera durante casi toda la vida, el mejor amigo de su marido.

Gonzalo ya estaba muerto, así que recordarle no era traición con nadie, bueno, quizás con su cuerpo al que no le dio el gusto que tanto le pidió de entre todas las veces que sus labios besaron apasionadamente a Gonzalo y las decenas de veces que sus manos rozaron su cuerpo, manos que se movían rápidamente (aprovechando así cada segundo que las vida les regalaba la oportunidad de tocarse) alrededor de un cuerpo que gritaba que llegaran lejos.

Pero Matilde nunca pudo. Nunca llegó lejos. Y no pensaba que era por el amor o el respeto a su marido, eso ya se le había olvidado desde el segundo encuentro a escondidas con Gonzalo. Lo que la frenaba, aquello que apagaba toda llama antes de convertirse en fuego, era su terrible timidez a estar desnuda frente a un hombre. Le había costado muchísimo desnudarse frente a su marido, pasó desde un primer encuentro a oscuras y así por mucho tiempo, hasta que poco a poco fue venciendo su miedo y ya no le importaba desnudarse frente a él.

Con Gonzalo era distinto, el poco tiempo de sus encuentros furtivos no le daba la oportunidad de aceptar la idea de desnudarse sin ninguna verguenza, fueron miles de minutos junto a su marido los que necesitó para desnudarse delante de él sin ningún reparo, que no tenía la fuerza para llegar más lejos cuando tantos cientos de minutos alejaban a Gonzalo del grado de complicidad que había adquirido con su marido, eso la ponía nerviosa y por eso luego de muchas caricias que casi pasaban la frontera que divide lo permitido de lo deseado, ella decía un rotundo "NO, no puedo".

Y era por eso que Gonzalo la quería más, porque a pesar de toda la tentación envuelta entre lengua y manos irresponsables como las de él, Matilde siempre decía NO, respetando así a una de las personas que él más quería en el mundo, su mejor amigo. Ella era el fruto prohibido que todos los hombres encuentran alguna vez, y les vuelve loco, así fue ella para él, su locura, su pasión nunca cumplida, incluso hasta el último suspiro lo dio por ella, la mujer que nunca pudo tener y por lo tanto, la única que quiso tener. Es por ello que nunca se casó, no pudo, nadie podía ocupar el lugar que él en su sueño imposible, había reservado para ella.

Pero Matilde nunca lo supo, pensó que Gonzalo había intentado enamorarla a ella y a todas las mujeres que conocía, y por eso se dejó arrastrar por la pasión, porque al ser para él una más, entonces el pecado no era tan pecado, era parte de la cotidianidad, la cotidianidad de Gonzalo.

Era domingo, ella pensaba en Gonzalo, en sus besos que se habían quedado atrapados en el tiempo hace ya 20 años, y en su alma para siempre. Porque Gonzalo había sido como ese asiento vacío a nuestro lado en una distancia larga de tren que nunca sabremos quién debía ocuparlo ni lo que habría representado en nuestras vidas que alguien viajara allí,junto a nosotros, Gonzalo era así mismo también algo así como la segunda porción de helado que Matilde nunca se atrevió a pedir por miedo a que le gustara más que ese helado de vainilla que siempre ordenaba.

Así había quedado todo, en misterio y a la mitad, sin viajar más y sin probar más nada.

Se arrepintió de no haber ido más allá, de haber quedado con la duda por sus miedos e inseguridades, y era hoy a sus 80 años, frente al espejo, sola, sin su esposo ni Gonzalo, que Matilde pensaba que habría sido más feliz al saber que habría pasado si hubiera escuchado a su cuerpo, y le hubiera dado todo lo que le pedía, porque hoy su cuerpo callado, ya sin ánimos de mucho grito, la verdad sea dicha, vivía junto a ella el arrepentimiento que sienten todos aquellos que no viven las cosas en el momento.


Al otro lado de la ciudad, una casa sola, casi vacía, la de Gonzalo, esperaba con una cama que siempre estuvo hecha para la batalla, porque Gonzalo hasta el último día de su vida pensó que un mundo con Matilde, entre esas sábanas, siempre sería posible. Por eso murió con esa sonrisa, porque mientras dormía en esa cama, soñaba con ella.

5.2.09

El dolor se llora o se canta

Porque si se guarda, puede ser peligroso.


María Luisa no lo sabía y el día que Eduardo la dejó por otra decidió enterrar su amor.

No lloró, no cantó. Sólo se dedicó a recolectar las 100 cartas de amor escritas por ese hombre traicionero, los 49 poemas que nunca rimaron y que a ella muy a su pesar siempre le gustaron, también aquel libro donde él de una manera muy original guardó una rosa que besó antes de depositar entre sus páginas, los envoltorios de todos los caramelos de café compartidos entre besos y el libro de cantos de la iglesia donde él de una manera pecaminosa escribió justo sobre la frase " Dios es amor" las palabras que sin saberlo la marcarían para siempre:

Bella mujer,
ojos hermosos,
quiero saber
si tiene esposo.

Es la única frase que rimó a medias, la primera y la última, y ese papel fue lo único que no enterró sino que quemó entre llantos la noche que descubrió la traición. Siendo María Luisa maestra de escuela y habiendo castigado a más de un alumno a permanecer sin recreos por errores ortográficos menos graves que aquellos que Eduardo cometía sin ningún reparo entre cartas y poemas, al final de cada lectura concluía que no, que aquel hombre no era lo que ella había soñado para compartir sus tardes de verano sentados en el porche de su casa, pero es que al descubrir los besos y las caricias que prosiguieron a un "NO, NO estoy casada" aquella mañana en la iglesia, las lecturas pasaron a ser la pasión de mujeres tontas que no han descubierto lo que es una verdadera, así que María Luisa decidió olvidar todo el sentido de la buena gramática y se dedicó a buscarle más el sentido a la vida, es por ello que todas las tardes en el porche de su casa mientras su madre se descuidaba "a propósito" siguiendo la tradición "de descuidos" que había pasado de bisabuela a abuelas, de abuelas a madres, de madres a hijas en esa familia que sabía que el amor era una de las cosas más sabrosas del mundo y por ello hacían siempre la vista gorda a todas las caricias de amores no benditos por un cura.

Pero con lo que no contaba nadie, pero nadie nadie, era que en la familia de Eduardo la tradición heredada de bisabuelo a abuelos, de abuelos a padres y de padres a hijos era otra: besar y acariciar a cuantas mujeres les fuera posible hasta que cumplieran los 37 años, la edad ideal para casarse y tener hijos, eso sí,a los hombres no se lo ponían tan fácil y siempre se exigía previo cortejo con cartas y poemas, como todo caballero debe hacerlo. Al principio le resultaba tedioso tener que enamorarlas de la manera tradicional, pero con el tiempo y la saña, logró incluso calcular el número de cartas y poemas que duraría cada relación, aprendiendo de memoria lo que decía antes de entregarlos y el libro que regalaba con la rosa entre sus páginas formaba parte de una colección que había comprado a un vendedor árabe que vino una vez a su pueblo, siendo aún muy joven, así que llevaba de viaje algunos ejemplares cada vez que emprendía una nueva aventura, porque claro, enamorar tantas mujeres en el mismo pueblo donde vivía nunca habría sido posible, así que los hombres de esa familia viajaban ante los ojos del pueblo con la excusa de estudiar fuera una carrera de provecho, aunque en realidad se dedicaban por años de años a recorrer el país entero buscando tantos amores como les fuera posible, antes de cumplir 37, para los hombres de esa familia imponer un récord era una cuestión de honor, y Eduardo estaba seguro que de su familia él sería el que más mujeres tendría desde que la tradición había sido iniciada por su bisabuelo,Q.E.P.D., por eso aprendió desde muy joven a no enamorarse, incluso de María Luisa, la mujer más perfecta que había conocido jamás y a la que lo único que le faltaba para ser totalmente perfecta era haber llegado 10 años más tarde a su vida , porque con 27 ese hombre solo pensaba en batir el récord de mujeres conquistadas, así que nada ni nadie lo pararía hasta lograrlo. Incluso María Luisa.

Y así Eduardo, sabiendo que los días con esa mujer maravillosa estaban contados, exprimió todo lo que pudo del amor de María Luisa, tanto tanto tanto, que casi dejó a esa mujer sin más amor para dar. Aunque esto último lo hizo sin querer.

Un día de verano llegó a las 100 cartas y los 50 poemas con María Luisa, abandonó el pueblo con una chica que estaba de paso y vivía unos 10 pueblos más allá y delante de los ojos de todos dejó a María Luisa sola, humillada y con pocas gotas de amor en el alma para volver a amar.

María Luisa terminó de recoger todas las cosas heredadas entre besos apasionados y decidió ponerlo todo en un saco viejo que la abuela usaba para guardar el café, se fue caminando a muchos kilómetros de distancia en el día mas caluroso de ese maldito verano para castigarse por haber sido tan estúpida en haberse creído todas las palabras de amor que sin rimar se le habían clavado en el alma para siempre. Y así fue. Partió muy temprano por la madrugada y luego de 8 horas caminando cuando el sol más le picaba en su cara y en el alma, encontró una colina, subió lo más alto que sus piernas ya cansadas le permitieron y decidió hacer un hueco en la tierra con sus propias manos, lo más profundo que pudiera para enterrar allí para siempre aquel amor que había sacado de su corazón casi toda la capacidad de amar.

Al terminar de enterrarlo decidió emprender su camino de vuelta a casa, al llegar al final de la colina el cansancio en sus piernas hizo que diera un traspié y se doblara el tobillo, María Luisa nisiquiera lloró, tampoco gritó, el dolor de la pérdida de un gran amor había sido tan grande, pero tan grande, que cualquier otro dolor, físico o moral, sería siempre algo muy pequeño, indigno de llanto. Intentó caminar pero no pudo, así que se sentó a esperar, esperar quizás a nadie o a nada, ya estaba resignada, solo le quedaba eso en la vida, esperar. Y así fue como aquella tarde Gregorio, el hombre que acostumbraba a dar paseos largos por esa colina cercana a su pueblo, encontró al amor de su vida, María Luisa, con la que se casó y tuvo 9 hijos, 30 nietos y 20 bisnietos.

(Y es que yo había dicho al principio de este relato que guardar un amor puede ser peligroso, o no)

1.2.09

Hay días en los que debemos ser más fuertes

Y decidir cosas terribles. Inesperadas.

Hoy es uno de esos días.

En pocas horas mi familia y yo debimos decidir si dejábamos a Lola (nuestra perrita que ha estado con nosotros por varios años) sufrir una dolorosa enfermedad que descubrimos que tenía hace menos de doce horas y que según todas las predicciones médicas la mataría en pocos días, o si la dormíamos para siempre y así evitar que sufriera más.

Decidimos dormirla, con todo el dolor de nuestra alma.

Hay días en los que debemos ser más fuertes, hoy es uno de esos días.

Hoy, todos nosotros, debemos ser más fuertes.

Lola, te queremos mucho, nunca te olvidaremos. Nunca.