17.2.11

Por amor

Por amor he hecho muchas cosas buenas en la vida.

En primaria estuve enamorada de un niño que era hermano de una de mis mejores amigas del tercer grado, él, mayor que yo, estudiaba el quinto grado, y por supuesto, nunca se enteró que yo existía, pero yo con mis (si mis cálculos no me fallan) casi 9 años, suspiraba todos los días sólo con verle.
Mi primer diario está escrito desde que yo tenía siete años, en ese primer año con diario hablaba de aquel niño que me había roto el corazón enamorándose de mi prima en el primer grado que cursábamos juntas. Así que para cuando ya contaba con casi nueve años la capacidad de amar era mucho más intensa (la intensidad que da la experiencia, por supuesto).

Caramelito Vladimir, así le puse a un hámster que compramos en casa para una tarea de la escuela, el motivo era cuidar a una mascota durante un tiempo, mi madre que descubrió su pasión por los perros cuando nosotros ya no teníamos ni ganas ni tiempo para cuidar a una mascota, decidió que esa mascota, el hámster, era la única que permitiría para tal descabellada tarea, lo adoptamos en casa y el nombre era en honor a él, a mi amor del tercer grado, Vladimir, el hermano de Mariangeles. Visto en la distancia suena poco romántico comparar al hombre (o niño) de mi vida en aquel momento con un roedor que para decir la verdad, era feo, muy feo.

Aunque en mi mente infantil cuidar a mi Caramelito Vladimir era en cierta forma cuidarle a él, al Vladimir de mis sueños, el niño por el que cada día ir al colegio era un paseo por las nubes. Hablarle a aquel hámster declarándole mi amor diario era desahogar aquello que la timidez me impedía decirle al verdadero Vladimir. Insisto, suena raro en la distancia pero en aquel momento fue lo máximo que me pudo pasar. Sobre todo porque su hermana, Mariangeles, nunca sospechó nada por aquel nombre que había escogido para mi mascota, simplemente le parecía gracioso que se llamara como su hermano. Supongo que en ninguna cabeza cabría la idea que yo pudiera estar enamorada de alguien dos años mayor que yo, porque en esos tiempos de infancia cada año es un siglo y Vladimir con sus casi 11 años era un viejo comparado conmigo.
¿Pero qué se le va a hacer si así es el amor?


No tengo ni idea qué ha sido de la vida de Vladimir, y aunque le recuerdo con cariño no ha sido el único del cual me he enamorado. He tenido la suerte de tener un corazón loco, soñador, abierto al amor siempre, amor que ha llenado mi vida con cosas buenas, muy buenas.

Sin contar los amores fugaces de la infancia, puedo decir que me he enamorado de verdad ( o hasta los teque teques, como diríamos en Venezuela) cuatro veces en mi vida. Los amores de verdad son para mí aquellos que nos hacen reír y llorar con la misma intensidad, aquellos que te arrugan el alma, que hacen con solo una mirada que el corazón se detenga sin llegar a matarte, que te hacen viajar por horas para compartir sólo unos minutos juntos, aquellos con los que te sientes inmortal, aquellos con los que olvidas de todos tus males, los que con un beso te entregan el mundo y te lo arrebatan al mismo instante, los que hacen que pierdas el sentido del tiempo y el espacio, los que te hacen desear que todo fuera así, simplemente así para siempre, porque no necesitas más. Los que te llenan el alma de recuerdos que te acompañarán toda tu vida y en los momentos que más lo necesites te arrancarán nuevamente esa sonrisa y esa lágrima de alegría, alegría por aquél que, sabiéndolo o no, te arrancó para siempre un trozo de tu corazón.

Por amor he hecho muchas cosas buenas. Y las seguiré haciendo. Es el amor un sentimiento tan intenso que mueve mi historia y me llena de recuerdos hermosos todas las etapas vividas hasta ahora (¡y las que me quedan!).

Lo que es nuevo para mí, es el reenamorarme todos los días, que alguien a quien llevas amando ya por más de una década te paralice y te deje sin respiración casi a diario con una mirada, una palabra, una sonrisa inesperada, alguien que te hace sentir que aún estás soñando cuando despiertas y le ves a tu lado. Ese es mi hoy, que no cambiaría por nada. Ese hoy que me llena de mariposas el estómago y el alma a diario. Ese presente que está lleno de la misma ilusión que me hacía suspirar a los nueve años, ese presente que ni cuando soñaba despierta mirando a la luna cuando era una adolescente mientras pedía que llegara el amor, ese amor con el que sientes que el tiempo se ha detenido para siempre, podría imaginarlo tan maravilloso.


Soy una afortunada.

Feliz todo.