24.4.08

Los despechos con rancheras y todo...


cómo me gustan!!!

Y me lo recuerda Alejandro Fernández escuchando su CD " México-Madrid: En Directo y Sin Escalas".

La culpa de mi gusto al despecho mezclado con rancheras la tiene mi propio padre.

Cuando éramos niños viajábamos al pueblo de mis padres durante las vacaciones de la escuela en Julio, Agosto y Septiembre (esas sí que eran vacaciones escolares!!!) algunas veces el trayecto lo hacíamos en el auto de mi viejo y duraba más o menos unas doce horas,con sus respectivas dos paradas largas obligadas una en Valencia a desayunar unas empanadas y otra llegando a Barinas donde normalmente almorzábamos algo que siempre estaba mejor que la última vez que habíamos comido allí, es que esos restaurantes de carretera donde se encuentran todos los viajeros que van o vienen pero con hambre o sed, tienen un sabor único e inolvidable aún después de los años y la distancia.

Durante el largo camino que separaba Caracas de la ciudad andina donde nos esperaban los abuelos, tíos y primos emocionados por nuestra llegada que era normalmente el principio de las vacaciones oficiales para todos porque allí nadie volaba una cometa gigante (y cuando digo gigante, es GIGANTE quizás pasaba de 1.60 de alto) que sólo nuestro tío el carpintero sabía hacer , o se bañaba en el río con TODA la ropa puesta o se tiraba por esos montes a correr y correr por horas unas veces siendo el perseguido y otras el que perseguía, allí nadie se quedaba a la luz de la luna echando cuentos de muertos y aparecidos, nadie, nadie, hasta que nosotros, los primos de Caracas, llegábamos a pasar los que serían los mejores meses de nuestros años de infancia, fue durante esos largos trayectos que me conducían al pueblo, donde mi padre ponía una y otra vez sus canciones favoritas (de despecho y lágrimas) donde yo me aprendí TODAS las canciones de despecho que me conozco en la vida, pero me las aprendí como se deben aprender, sintiéndolas, con el alma arrugadita ante un dolor que aún siendo ajeno para una niña como yo, lo sentía tan cercano que irremediablemente me hacía llorar una y otra vez mientras las cantaba.

Y es por eso, por haber aprendido a llorar sin haber tenido un despecho, que cada vez que escucho esas canciones esté despechada o no sufro y me dan ganas de llorar como la que se lamenta por el amor que no la quiere, al ' pisha de cai' le costó entenderlo porque me veía cantar esas canciones con tanta pasión y dolor que hasta el que menos quisiera pensarlo, pensaría que sufro por el amor que se fue si me oye cantar, con los años que llevamos juntos y tantas pero tantísimas veces que me ha visto cantar estas canciones (sobre todo cuando viajamos juntos porque esa costumbre no se me va y espero no se me vaya nunca) ha aprendido que en mi caso canciones con despecho es igual a nostalgia por la infancia y sus viajes de carretera.

Viajando de Málaga a Cádiz, en auto, mi hermana mayor me preguntó que estaba escuchando en mi Ipod, le puse el audifono en el oído y justo en ese momento empezó Alejandro Fernández a cantar: "perdóname mi amor por todo el tiempo que te amé te hice daño", a mi hermana los ojos se le desorbitaron y pocos segundos después de un intercambio cómplices de mirada de dos niñas que aprendieron en su infancia que viaje en carretera es igual a música de despecho que tanto le gusta a papá, pues empezamos como locas a cantar la canción entera, con la misma pasión que tendríamos si nuestras parejas nos hubieran dejado para siempre justo antes de ese viaje, y así seguimos todo el camino cantando una tras otra, sin importarnos el resto de los pasajeros-familiares que estaban con nosotras, lo hicimos tal cual como si en vez de en un auto, en aquel justo momento estuviéramos detrás de la barra de un bar con una rockola de esas que no han actualizado en años y que nadie espera que lo hagan....

Cuando yo escucho a Maná cantar la canción " Se me olvidó otra vez", haciendo el esfuerzo más grande del mundo (y miren que lo he intentado) no puedo cantarla tan rápido como ellos, eso sería como dejar el amor, el tequila, el llanto y el despecho a la mitad, no puedo! y no puedo porque mi versión, esa que siempre estará en mi alma, en mi mente y mi corazón, la canta la maravillosa Lucha Villa lentamente y con todo el dolor que se siente cuando terminas con alguien que sabes que no volverá, que nunca te quiso y que al final sólo tu amaste.


Cada vez que vuelvo a Venezuela y salgo con mi padre de paseo en el auto, estando los dos sólos, él pone toda su música de despecho a sus anchas porque conmigo es libre de escucharla una y otra vez, siento que mi viejo es feliz viéndome cantarlas y eso me hace muy feliz a mi también porque un hijo se siente completo haciendo feliz a sus viejos tanto como ellos a uno (y al que diga que no, le saldrá un orzuelo, así que mosca!). Siempre que salimos con mi mamá, que para ser sincera no es muy adepta a escuchar todas las canciones una y otra vez, mi viejo le dice: " vieja, yo pongo la música porque a la niña le gusta" y ella se queda tranquila y no se queja (tan bella) pero al final es cierto, lo que mi padre dice es muy cierto, me gusta, porque me devuelve a una parte de mi infancia y despecho temprano que nunca quisiera olvidar.

21.4.08

Más o menos así se me quedó la cara...





Cuando mi sobrina entró en el aeropuerto de Amsterdam donde tomaba el avión que le conducía a ella, a mi hermana mayor, mi cuñado y la nana a Caracas.



Estas semanas con mi sobrina han sido inolvidables.

Pero se fueron volando!



Al despedirme de ella le dije que pronto nos veríamos porque el tiempo para los grandes pasa volando :)

Ella sonrió y yo hice un esfuerzo grande para no llorar ante la despedida sobre todo porque mi hermana mayor estaba llorando por las tres en ese justo momento y no quería hacerla sentir más triste, por eso me hice la dura.


Al llegar a casa encendí la tele, estaban pasando Forrest Gump, la película estaba justo en la parte donde él para de correr y decide volver a casa, comencé a llorar y seguí llorando toda la película hasta la parte final, hasta que la pluma vuela, así como voló mi sobrina de vuelta a Caracas este sábado. Forrest me sirvió de catarsis. Hice bien en llorar.


Ese mismo día volví al aeropuerto a recibir a mi hermana menor con su novio, que han venido unos días por estos lares, planeamos hacer muchas cosas juntos, entre ellas un viaje a Praga.

La coincidencia que el mismo día que despedía a mi hermana mayor y a mi sobrina, llegara mi hermana menor , hizo que una despedida, por esta vez, se me hiciera tan ligera como la pluma que vuela en la parte final de la película Forrest Gump.

Es el destino que a veces me consiente, tanto como lo hace la primavera en Holanda regalándome Tulipanes tan hermosos como estos.




Feliz semana para todos.

16.4.08

El día que descubrimos el Mar



Para mi sobrina.





Victoria Eugenia, ese día llegamos al Castillo de Santa Catalina, veníamos del centro de Cádiz y pasamos por la estatua de Simón Bolívar, se la queríamos mostrar a tu madre para que viera que Venezuela está presente siempre, aún más en Cádiz.

Al llegar al Castillo nos encontramos a una pareja de recién casados que venía a hacerse una sesión de fotos del día se supone será uno de los más felices de sus vidas, la novia lucía como todas las novias RADIANTE y el novio, el novio me llamó especialmente la atención porque hacía tiempo no venía a un recién casado con esa cara de felicidad,venían acompañados por dos personas, parecían los padres de alguno de ellos dos, yo llevaba tu cochecito y al ver aquella escena me adelanté por entre los novios para que la sesión de fotos no me bloqueara mi ascenso rápido a la parte de arriba del castillo, donde aguardaba algo que quería mostrarte, al llegar arriba lo vi inmediatamente, delante de nosotras. Apresuré mi paso hacia una de las esquinas,te levanté con todo cuidado porque mis manos temblaban de la emoción ante lo que allí iba a ocurrir, te cargué en una posición en la que quedaras de frente cuando te alzara completamente, antes de terminar la maniobra me acerqué a tu oído y te dije susurrando: "Victoria Eugenia, te presento el mar, es casi tan bonito como tú"

Te levanté lo suficiente para que lo vieras todo y él, el Mar de Cádiz, se rindiera a tus pies, como lo hacen todos ante una Reina como tú, y así fue, lo viste en mis brazos por primera vez y tu regalo hacia mí fue una sonrisa maravillosa que no olvidaré jamás.

Es por ese momento mágico y lo que compartimos juntas que sé, que cada vez que veas el mar siempre recordarás que lo descubrimos juntas, porque yo ese día, mi bella Victoria Eugenia, lo redescubrí contigo también, ante tus ojos adquirió un signifcado totalmente nuevo para mí.


Te amo.


La foto

9.4.08

Es que uno cumple años



Y lo que piensa es en todas las cosas que te pasan sin buscarlas.

Yo pido por los demás normalmente. Me da miedo pedir por mí, prefiero gastarme los cartuchos de la buena suerte en los demás.

Cuando estuve en Venezuela a principios de año recibí un mensaje de mi papá en mi celular (móvil) , me contaba que había presenciado un parto, le llamé inmediatamente y me echó todo el cuento.

En un lugar donde él se encontraba una mujer se puso de parto. Y sin tiempo para llegar a ningún hospital, ella trajo a su nena al mundo delante de todos, incluído mi padre, él me contó emocionado lo que había sentido y que hasta se le había "aguado el guarapo" y todo, me lo contaba y yo en ese momento, justo en ese momento, mientras él me hablaba de aquella nena cuya madre parecía no tener muchos recursos, yo pedía a quien fuera que me escuche cuando pido por alguien, pedía que el futuro de esa nena fuera genial, que no le faltara de nada, que fuera feliz siempre y que su vida estuviera rodeada de milagros, milagros como el de su nacimiento, inesperado y que llenó de felicidad a todo el que lo presenciaba, como mi padre.

Y es que una nueva vida es así, milagrosa, entiendo perfectamente lo que mi papá sintió al ver el nacimiento de ese bebé, porque ver a un niño te hace sentir que la vida es más simple de lo que crees y que todo, todo aquello que sueñas es posible en la inocencia de aquel rostro que viene al mundo esperando lo mejor de el.

Cumplí años el lunes y mucha gente querida me ha colmado de bendiciones y felicitaciones.

La vida me llena de cosas milagrosas a diario, aún así yo intento siempre pedir para los demás, aún en mi cumpleaños, por eso el lunes cuando apagué mis velas de la torta pedí por mi sobrina que estaba conmigo ese día, junto a mi hermana mayor y mucha gente querida que me llena de amor y me hace pensar que cuando yo nací, alguien en esa maternidad concepción palacios donde vine al mundo un 7 de abril , alguien en aquel momento, justo en aquel momento, pidió por mí y mi futuro, tanto como yo lo hice por aquella niña que mi papá vio nacer este año y sino es así entonces que me expliquen por qué me pasan tantas cosas fabulosas aún sin pedirlas...

Se les quiere un mundo y se les abraza con todo el amor del mundo por todo el cariño que me han dejado en sus mensajes por mi cumpleaños.

3.4.08

Esta es la historia de Sebastián



Sebastián era un niño muy pobre muy pobre muy pobre

Pero a la vez muy feliz muy feliz muy feliz




No estaba consciente ni de su pobreza, ni de su felicidad, para él todo lo que le rodeaba era su normalidad.

Salía todas las mañanas con un cubo en la mano, lleno de hallaquitas dulces, hallaquitas que la madre preparaba todas las noches porque ella durante el día limpiaba casas de otra gente que no eran, ante los ojos de Sebastián, tan hábiles como su mamá, porque ella podía limpiar la de ella y las de los demás en un día nada más.

Mientras amasaba las hallaquitas de noche, la madre de Sebastián siempre cantaba y cantaba.

Sebastián ayudaba a sus hermanitos pequeños con las tareas de la escuela, esas tareas que él sabía hacer a la perfección, porque ninguno había llegado al sexto grado que era hasta el último curso que Sebastián pudo estudiar, Sebastián se sentía orgulloso porque ya sabía todo lo que a ellos les enseñaban y esperaba que algún día ellos le superaran en el nivel porque gracias a él y a su esfuerzo podrían ir a la escuela para siempre.

Eso era lo que Sebastián quería, cuando se quedaba dormido en el autobús que le conducía al centro de la ciudad donde estaba el mercado donde trabajaba, Sebastián soñaba lo que deseaba para todos, quería tener a su mamá como una Reina, la Reina de su vida, merecía lo mejor, para sus hermanos siempre soñaba lo mismo: una cama para cada uno así no tendrían que dormir amorochados los 5 en la misma cama, 3 bates de béisbol con sus respectivas pelotas (así ninguno de los varones se pelearía por el del otro), para las niñas dos muñecas gigantes de esas que venían con tetero chupón y pañales, ah sí, eso también soñaba, pañales desechables para la nena más pequeña de la casa, un camión entero de pañales desechables a ser posible, así no amanecerían mojados más nunca y no estarían todo el día con ropas oliendo a pipí, ah pero si cada uno tendría su cama entonces ya más nadie amanecería mojado se repetía mientras se sonreía en el sueño... "despierta muchachito ya llegamos a la parada final"... esa voz, la de Moncho, el conductor, esa voz era la que siempre le despertaba en el autobús y en la vida, con esa voz volvía a la realidad, su realidad.

Durante el día Sebastián caminaba por todo el mercado, le daría quizas más de mil vueltas, pero nunca lo sabía con certeza porque el cansancio y el hambre sólo le permitían contar hasta 1000, a eso de las 2 de la tarde se sentaba y recordaba las palabras de su mamá que le decían que podía comerse una hallaquita si se le hacía muy tarde y no las había vendido todas, pero Sebastián aguantaba todo lo que podía porque sabía sumar lo suficiente para entender que vendiendo esa hallaquita ganaba lo que necesitaba para llevar varios platicos de comida a su casa y al ver que le quedaba poco, siempre, a las dos de la tarde, se sentaba y rezaba un padre nuestro, sí, un padre nuestro!, esa era su forma de llamar la buena suerte, y luego de ese padre nuestro se levantaba con la certeza de que le llegarían todos los clientes que necesitaba para venderlas todas y volver a casa.

Volvía a casa todos los días como a eso de las cinco, no tan tarde por temor a los malandros que siempre se despertaban con la oscuridad, eran algo así como vampiros, vampiros a los que Sebastián les tenía mucho miedo, vampiros que esperaban a todo el que se había levantado temprano como Sebastián para ir a trabajar duro para que pagaran lo que ellos consideraban un peaje, un pago por vivir en esa zona, protegido por ellos, había muchos días en los que Sebastián lograba escaparse de ellos porque vendía todo muy pronto y llegaba a casa temprano, pero cuando no era así, él pagaba sin defenderse, porque sabía que en ese, su cerro, su barrio, las reglas injustas como esas no las hacían los niños como él, los niños como él sólo las cumplían.

Llegaba a casa Sebastián, algunos días con más o menos dinero, pero siempre con lo suficiente para llevar la comida a la mesa, sus hermanos que iban a la escuela le esperaban con los libros abiertos para una nueva explicación, a aquellos que se quedaban en casa todo el día, porque no tenían edad para ir a la escuela, les volvía a repetir a diario como era que se tenían que encerrar y no hablar ni llorar ni nada para no alertar a algún vampiro de los que acostumbraban a despertarse de noche, pero que se despertaban durante el día con los llantos de niños, los niños dejaban que Sebastián hablara y repitiera cosas que le atormentaban a él y a su madre al dejarlos solos a diario: "si les tocan la puerta no abran, con fuego no se juega, no se acerquen a la cocina, no lloren,los vampiros se despiertan así, aún si se caen, no lloren, no jueguen, la televisión la ven sin bulla, la comida es la que dejamos en la mesa y si no hay comida algún día, no se me preocupen que yo llego al ratico" y así todos escuchaban, mientras Sebastián leía las tareas que les tocaban a los otros que sí salían a estudiar.

La madre de Sebastián llegaba a casa, cansada por tanto trabajo, pero se alegraba siempre al ver que todos sus hijos seguían allí, que nada les había pasado, les abrazaba y besaba uno a uno, les preparaba de comer y cuando todos dormían, excepto Sebastián porque él siempre terminaba enrollado en alguna tarea, ella se ponía a hacer sus hallaquitas dulces mientras cantaba, era aquel momento, con su madre amasando el futuro de todos, mientras entonaba canciones como nadie podía hacerlo, era justo aquel momento en el que Sebastián se sentía pleno y orgulloso por contribuir con esa madre a la que algún día haría Reina, porque eso era lo que soñaba en el autobús que le conducía al centro y todas las noches mientras dormía abrazado a sus hermanos en la misma cama.




Escrito para todos los niños que sueñan y son felices a pesar de las circunstancias.