Ella

Abre sus ojos, la luz que entra por su ventana la llena de vida. Frente a ella, él, que le ha preparado el desayuno y le da los buenos días mientras la besa en la mejilla ( ella le ha repetido mil veces que ni loco la bese en la boca antes de que ella se cepille los dientes, él ciego de amor la complace).

Ella hace el intento de levantarse y antes de ponerse de pie, él le pone las pantuflas al alcance y le recuerda que una Reina no puede poner sus pies en el suelo (ella le contradice a escondidas y se la pasa descalza cuando él no está, en el fondo ella sabe que él quiere que sus pies permanezcan limpios para besarlos cuando quiera, porque a él simplemente eso le fascina).

Ella al poner sus pies en el suelo, se asegura siempre que el derecho sea el primero que pise, si por alguna razón llega a ser el izquierdo, siempre, pero siempre ella hace una señal que espante la mala suerte.

El desayuno es tal cual como a ella le gusta cuando lo prepara él, el café está en su punto "guayoyo como te gusta", le dice, ella sonríe, termina de desayunar. Voy a ducharme, le dice ella, y sube las escaleras que conducen al cielo.

Ella entra a su baño, se desnuda y se mira en el espejo, siempre con ojos de amor hacia sí misma, porque hace mucho ella aprendió a quererse y desde entonces el espejo ya no es un inquisidor sino un aliado. Al terminar de ducharse se seca con toallas " calentitas" porque él se ha asegurado en ponerlas en el radiador de toallas, justo unos minutos antes, para ella.

Ella se maquilla, todo un ritual, lo hace desde que tenía 12 y finalmente ha comprobado que era mentira, el maquillaje no te envejece, a sus 30, aún le siguen diciendo que parece mucho más joven de lo que realmente es, no sólo sus amigos, no, también la chica del supermercado que aquella mañana hace un par de años le pidió identificación para comprar cerveza, esa misma cerveza que ella usaría en un pollo que prepararía con gusto para devolverle a él, tanto amor, porque a él ese pollo a la cerveza le encanta, y ella siempre, pero siempre, le complace.

Llega a su trabajo, saluda a todos con la misma sonrisa de siempre, se tropieza con aquella compañera que últimamente parece muy triste, le vuelve a preguntar como le ha ido el fin de semana, ella responde que muy bien, la otra le mira como si no le creyera, ella le pregunta "y a ti qué tal?" la otra responde como siempre " más o menos, porque a nadie nunca le va muy bien". Ella sonríe, no le contradice, toma el café de la máquina y decide que hoy será un día tranquilo en el trabajo sin mucho stress y piensa que al llegar a casa, pondrá el vino un ratito (solo un ratito) en la nevera y al enfriarse lo tomará con la delicadeza que ese "Reserva merece", se sumergirá en el jacuzzi y escuchará a Soledad Bravo, porque hoy ella sueña y tiene derecho a que este sea un gran día.

Hoy como todos los días, recibirá un email de su padre quien le recordará lo mucho que la quiere, ese mismo padre que le repitió siempre, desde que ella era chiquitica, que ella era una Reina y como Reina debía ser tratada siempre: "el hombre que no te trate así hija, no te merece"

Por eso ella quiere y mucho, porque aprendió a quererse y mucho y hoy ella celebra porque VIVE y es tratada como Reina.

Aunque no se lo comenta a nadie, a nadie, no quiere que sepan lo maravilloso que es su día a día, es muy supersticiosa y le da miedo que al contarlo todo aquello se esfume y ella termine en algún rincón a la medianoche sin su Zapato de Cristal. Solo sonríe siempre, mientras camina, sonríe y no le importa lo que piensan las demás mientras sonríe, eso sí, siempre da los buenos días.

La foto la saqué de aquí