La vida es una sola

Por lo menos hasta que no se nos demuestre lo contrario.

Estábamos las tres en la estación de tren de Gouda Goverwelle esperando el siguiente tren a Amsterdam.

Hacía frío, era de noche.

Cuando nos dimos cuenta que éramos las únicas en ese lugar, mi hermana menor se puso a tomar fotos porque le parecía increíble que a la hora que indicaba el tablero llegaría un tren a buscarnos en un lugar donde sólo estábamos nosotras. Era algo así como la estación fantasma.

Le conté a mi mamá acerca del 25 de diciembre del año pasado, donde en esa misma estación como a las 7 de la noche no sólo era la única persona esperando un tren, sino que además fui la única que viajó en aquel tren aquella noche, el hombre que controlaba los tickets de tren me miró como diciéndome: por gente como tú que viaja un día como hoy es que estoy trabajando en lugar de estar con mi familia en navidad (en Holanda la navidad se celebra el 25 y 26). No sé si fue por la manera que le conté aquello o que, sólo sé que mi madre empezó a reirse sin parar y nos contagió a mi hermana y a mi la risa. En ese momento, viéndolas reir con tanta alegría, las miré fijamente a los rostros queriendo así grabar todo aquello en mi mente para siempre y por un momento ya no oía risas, sólo las veía allí a ellas conmigo en una estación de tren de un país al que nunca pensamos que vendríamos alguna vez, mi alma se sacudió por un momento, me di cuenta que a pesar de todo y del tiempo, somos las mismas, no hemos perdido esas ganas de ser felices siempre y de reirnos aquí, en Gouda Goverwelle, en Roma, en la conchinchina. Esa imagen de las tres riéndonos como niñas no se borrará nunca de mi memoria.

Verlas en ese momento junto a mi, siendo felices por cualquier tontería, me hizo sentirme grande y muy afortunada por tenerlas.

Tenía angustia porque les quedaban pocos días conmigo antes de que regresaran a Venezuela y no habíamos hecho algo que tenía anotado en la lista de las cosas que quería que hiciéramos juntas, ver la película " El sueño de Valentín " que yo había visto ya tres veces jurándome a mi misma al terminar de verla cada vez que la tenía que volver a ver pero con ellas. Mi hermana tenía en su lista ver juntas la película " El hijo de la novia", (en mi familia ver ciertas películas juntos, es algo muy importante, es algo así como lo que significa comer juntos para otras familias) . La película que mi hermana quería ver pude conseguirla sin problemas, " El sueño de Valentín" se nos hizo más complicado (irónicamente al ser una película de co-producción holandesa) pero como en la vida para conseguir las cosas el 50% del trabajo está hecho con solo desearlas, pues así se hizo el milagro y un buen amigo mío que estudia en la Academia de Cine y Televisión de Amsterdam, nos la consiguió, después de llamarle de una manera desesperada pidiéndole que me la consiguiera y faltando poco tiempo para el regreso de mi hermana y mi mami a Venezuela. Mi amigo fue quien me recomendó esa película hace años y me enganchó a ella, por eso se sintió responsable e hizo lo imposible por conseguirla.

Vimos las dos películas juntas.

Fue increíble tener la certeza desde el primer momento que vi esa película que a ellas " El Sueño de Valentín" les haría reír, llorar y creer que un mundo mejor siempre es posible, al verla juntas ratifiqué que estamos hechas de la misma madera y nos arrugan el corazón las mismas cosas. Yo me reenamoré de Valentín, mi hermana y mi madre saben que Valentín formará parte de nuestro corazón para siempre (como tantos otros que han sido parte de nuestra historia de cine juntas).

" El hijo de la novia" es una película que mi hermana y yo ya habíamos visto, es por lo fabulosa que es esa película que fue un placer saber que mi madre la vería, nos sentimos felices al ver a mi madre sonreir y conmoverse con esta película, por demás maravillosa, en las escenas que a mi hermana y a mi nos habían robado el corazón hace tiempo atrás. Convencidas, estamos conectadas.

Estos momentos simples para los ojos de los demás para nosotras fueron muy importantes y marcarán nuestra existencia. Porque el tiempo se valora por lo que compartimos juntos, por unirnos a través de aquello que nos gusta, que nos hace felices, que nos hace creer en este mundo y que la vida, con esos detalles que nos regala, merece la pena y mucho.

" Hay gente que parece que no viviera o no le diera uso a la vida" nos dice Valentín con la certeza que tienen los niños para ver la importancia en lo que realmente merece la pena. Me estremece esta frase cada vez que la escucho porque me recuerda que es eso lo que debemos hacer, darle uso a la vida, lo más que podamos, porque hay que vivir señores, para eso estamos aquí (o por lo menos eso es lo que cree Valentín y lo que creemos nosotras)

Y hablando de vivir, me voy a España por unos días, Cádiz me espera. Vuelvo la semana que viene.

La foto