Menos mal que son sólo cinco!
Mi amiga Guachafa me puso una tarea (y qué tarea!): Hablar de cinco cosas que nadie (bueno casi, casi nadie) sepa de mí, me costó Dios y su ayuda, pero aquí van...

De pequeña me gustaba tragar monedas, era muy pequeña, pero lo recuerdo y recuerdo la sensación que aquello me daba, no eran monedas grandes y sabía exactamente como tragármelas para no morir, son de las pocas cosas que recuerdo claramente de cuando era niña... Ahora me gusta gastármelas! (palabra que tiene casi exactamente las mismas letras que tragármelas) ;)
La que era mi amiga imaginaria de pequeña: "Catrina", resultó ser la amiga imaginaria de mi hermana menor pocos años después, seguro que ella no se acuerda, yo sí, especialmente porque al mudarnos de casa "Catrina" no apareció más en nuestras vidas, y nunca más tuvimos amigos imaginarios.
Me enamoré locamente de un niño que venía todos los días (por mucho tiempo) a la heladería de mis padres, para hablar con mi mamá, era un niño que vivía en una zona muy peligrosa de Caracas, y que venía de una familia muy pobre con cinco hermanos más y él, tres estaban presos en el Retén de Catia (un infierno llamado cárcel), uno muerto en peleas entre pandillas y otro asesinado a balazos en el salón de su casa mientras veían la televisión juntos. Este niño tenía una mirada de adulto y mucha falta de afecto, por eso acudía a mi madre a contarle tods las cosas que había vivido desde pequeño, cosas que parecen dignas de la segunda parte de la película brasilera "CIUDAD DE DIOS", pero que eran su día a día (y lamentablemente el día a día de muchos niños venezolanos, y más aún hoy en día). El siempre me miraba y sonreía cuando mi mamá se descuidaba, tiendo a pensar que me quería también, aunque éramos dos niños y nuestros mundos tan distantes que nunca se habría atrevido a nada, supongo que nunca se dio cuenta de mi inmenso amor hacia él... todas las noches rezaba para que al día siguiente él volviera a la heladería, vivo, al día siguiente y todos los días siguientes hasta nuestra mayoría de edad, donde podría escaparme con él a vivir la vida bella que él se merecía, pero un día no volvió más. Mi madre sintió perder a un hijo. Yo perdí a un gran amor. Espero que siga vivo, de vez en cuando, aún rezo por él.
Fui muchas veces en bicicleta al trabajo, no es una cosa particular pero se convierte en tal al mencionar el detalle que este trabajo estaba en el OESTE de CARACAS, lo cual, en pocas palabras para los que no han visitado Caracas: es una hazaña casi imposible de realizar!, especialmente porque allí, en el OESTE de mi ciudad, el tráfico y el caos impiden que uno pueda nisiquiera caminar con calma, pues yo, me iba en mi bicicleta a mi trabajo,sí, yo. Para los que conocen Caracas pues el trayecto era algo más o menos así: desde la Candelaria a la altura donde esta la tasca El Guernica, subiendo por la Av. Universidad, pasando las Fuerzas Armadas hasta llegar a la Catedral de Caracas. Yo me sentía una princesa que pasaba por toda esa trayectoria con una bicicleta que además era de paseo, con cestica y todo... Mi jefe era un hombre que había vivido en París mucho tiempo, supongo que a pesar de la cotidianidad de la bicicleta en su vida, pues como que no la terminaba de asociar totalmente a una ciudad como la nuestra, aún así ese hombre alto, gordo y canoso no podía dejar de sonreír al verme llegar con mi bicicleta y amarrarla (con toda la normalidad surrealista que aquello significaba) a un tubo que estaba en el pasillo al lado de la puerta de entrada de la oficina (eso sí no era tan loca como para dejarla en la calle, era hippie no tuesti) hoy en día sé que en el Este de la ciudad hay muchos carriles para bicicleta, que mucha gente usa, pero yo, señores, fui una de las pioneras...
Nunca he conocido realmente a alguien llamado Mauricio, aunque he estudiado con gente que se llamaba así, puedo decir que nunca he tenido a un amigo muy cercano, alguien con el que haya compartido aunque sea un café, un vino o una buena charla y que tenga ese nombre, pero muchas noches me despierto gritando ese nombre, y con una desesperación horrible como si me hiciera una falta enorme y un vacío se apoderara de mi corazón con solo nombrarle , le he llamado dormida, en sueños y muchas veces durante el día me he quedado en blanco como bloqueada y de mis labios se me ha salido su nombre: MAURICIO, como si al nombrarle intentara traerle de algún lugar, tiempo, para que esté conmigo, a salvo. No asocio una cara con ese nombre, y no sé porque me pasa, pero me pasa.
De pana, a mi me ha costado tanto escribir este post, que no se me ocurre a nadie a quién pasarle la cadena - o hacerle esta maldad! ;) -, pero mi superstición me impide romper directamente una, así que se la mando a dos personas a las que yo sé nunca pero que nunca se tomarán el tiempo para seguirla y por lo tanto no les quitaré el sueño por esto: CARIBE y TORO.
De Peligro a Pele el Ojo (o como el venezolano usa refranes para explicar lo inexplicable) : Y quién dijo que era fácil hablar de uno mismo???