Cristina era muy buena amiga de Juan, le había conocido por casi dos años y a ella Juan siempre le alegraba la vida, la verdad sea dicha que Cristina era una persona de esas que todo el mundo cataloga como "Buena".
Ella veía a Juan siempre como alguien puro, imposible de hacer daño a nadie, una persona que alegraba su vida, esa vida que a veces era gris, pero que él venía a iluminar casi todos los días.
Un buen día Cristina recibió una llamada. Era la policía. Juan estaba preso, necesitaba ayuda.
Ese día Cristina dejó todo lo que estaba haciendo y salió corriendo, Juan era primero, como siempre, los amigos, los buenos amigos en apuros siempre son primero y en el caso de Juan aún más.
Al llegar a la comisaría Cristina se encontró con un Juan que no conocía, uno lleno de lágrimas que al verla se declaraba inocente "soy inocente amiga, todo esto es una trampa" Cristina no pidió muchas explicaciones antes de emitir su juicio, "claro que eres inocente, eres incapaz de hacerle daño a nadie". Esa tarde Cristina escuchó la versión de Juan, "ellos me dijeron que llevara esa maleta a Grecia, me la trajeron justo antes de salir al aeropuerto y me dijeron que era para una amiga que vivía allá, ya sabes Cristina que yo no pregunto nunca nada a los amigos y siempre intento ayudarles en lo que pueda porque soy una persona buena que no le desea mal a nadie, pero al llegar al aeropuerto supe que algo malo pasaba,lo presentí, pero tonto de mí, confié ciegamente en ellos y no me dejé llevar por ese sexto sentido que heredé de mi abuela, ya tu sabes" lloraba y proseguía "en cuestión de segundos luego de haber embarcado tenía a la policía poniéndome las esposas y sólo al llegar aquí supe de que me acusaban, me habían sembrado la maleta entera con pastillas, fue horrible, juré y requetejuré que no lo había hecho amiga, pero no me creyeron, no creyeron que me habían engañado", el llanto casi no le dejaba hablar "tu si me crees no Cristina?, tú me conoces sabes que soy incapaz..." Juan no pudo seguir hablando, se llenó tanto de lágrimas que hasta moqueó y todo, Cristina sujetó su mano y le dijo con todo el amor que le tenía "claro que te creo Juan, te ayudaré en todo lo que pueda, siempre, proque sé que eres una persona buena"
Cristina salió de la comisaría indignada por ese terrible error, llegó a su casa llamó a su abogado y le pidió toda la ayuda posible para Juan. Fue a través de Marcos, su abogado, que Cristina conoció más detalles: Lola y Pepe fueron, según Juan, quienes le pidieron llevar la maleta " nunca me cayeron bien esos dos" pensaba Cristina, "mira que ya se lo había advertido mil veces al Juan, pero él, siempre tan bueno, no ve maldad en nadie" no se cansaba de repetirle Cristina a Marcos.
Llegó el juicio, Cristina se gastó hasta lo que no tenía en su defensa, finalmente y a pesar de todos los esfuerzos, la justicia que no es tan ciega, sentenció a Juan por dos años y medio.
Dos años y medio en los que Juan contó siempre con Cristina, ella iba a visitarle regularmente y juntos contaban los días, los días que a pesar de todo pasaban rápido,"aprendí la lección Cristina" repetía Juan hasta el cansancio,"nunca más confiaré en nadie tan ciegamente ni seré tan bueno, al final me da rabia saber que no todo el mundo tiene un corazón tan puro y honesto como yo". "Tranquilo Juan, ya verás como todo pasará, tiempo al tiempo, el tiempo lo pone todo en su lugar, ya verás".
Y así fue.
Juan salió de la cárcel y los primeros meses se fue a vivir con Cristina, la misma que le buscó un trabajo de medio tiempo e hizo hasta lo imposible por reinsertarle en todo lo que la vida por una injusticia le había robado, muchos vinos compartieron durante esa nueva vida de Juan "todo irá mejor amiga, brindemos por eso" "sí, Juan, brindemos!"
Un día, Cristina regresó del trabajo mucho más temprano de lo que acostumbraba, al abrir la puerta se encontró sentada en su sofá a Lola, la misma mujer que pocos años antes le había dado a Juan aquella maleta que le cambió la vida, Cristina pensó por un segundo que la mujer se había colado en su casa a la fuerza y antes de que pudiera emitir cualquier reproche se apareció por el corredor, Juan.
"Cristina!" exclamó Juan con voz asustada , "Juan qué hace esta mujer aquí?", con la voz nerviosa pero con el descaro grande de aquellos que siempre agarran con las manos en la masa (y aún así intentan defenderse) Juan le respondió "de eso quería hablarte Cristina, ella ha venido a explicarme todo, al final fue un error y ni ella ni Pepe sabían que contenía aquella maleta, a ellos también les engañaron, de eso te queríamos hablar"
Lola miraba todo desde el sofá, y Cristina le notó una sonrisa burlona.
Fue gracias a esa sonrisa burlona y el sexto sentido que las mujeres sí que heredan de sus abuelas que Cristina abrió los ojos.
"Juan, vete de mi casa" "Cristina, por favor, escucha" Lo siento Juan, no es nada personal, pero así todo irá mejor.
Esa misma tarde Juan salió de su casa y de su vida, no sin irse entre llantos y repitiendo sin parar que era inocente.
Al día siguiente Cristina empezó a averiguar todo sobre Juan, de la mano de su abogado y de una manera objetiva ( aquella misma manera que el corazón y el amor no le permitieron al principio) con pruebas en mano Cristina lo vio todo claro, "Marcos, cómo pude estar tan ciega?" preguntó Cristina, pregunta a la que Marcos respondió con la sabiduría que solo te da la vida "porque eras su amiga, y a los amigos siempre se les cree, los verdaderos amigos nunca te mienten".
Y eso hasta Juan lo sabía, por eso nunca les mentía ni a Lola ni a Pepe.