Tú, La Moto y Yo.
Esa tarde de Abril en Amsterdam, dos chicas se reían a carcajadas montadas en una moto. Una moto amarilla, pequeña,creada con la forma de una abeja, los espejos retrovisores hacían las veces de antena, las lámparas delanteras tenían forma de ojos, y la parte de atrás de la moto, era en forma de culo, del culo de una abeja.
Las dos cosas llamaban la atención, las risas de las chicas y la moto. Los hombres incluso intentaban coquetearles, o como se diría en venezolano, "echarles los perros", y es que ellas, esas chicas, eran venezolanas, venezolanas en Amsterdam.
Las dos estudiaron juntas en un Colegio Teresiano, uno de los que hay en Caracas. Se conocieron en primer año de Bachillerato. Las sentaron por orden alfabético y resultó que un apellido venía después del otro, así se sentaron juntas, cada fila contenía tres pupitres, al lado de ellas había otra chica pero con tan poca importancia que nisiquiera necesita nombrarse en este relato, pero las dos amigas sí, incluso los pupitres, pero la tercera, la tercera no, empecemos por los pupitres de la escuela, esos no eran como en la mayoría de los colegios porque allí todo el mundo tenía su mesa con su silla, la mesa tenía una tapa que si la levantabas tenía un cajón donde podías guardar todo el mundo escolar y aún más, una de las compañeras hasta guardaba un playgirl, pero de esa compañera tampoco queremos hablar, esa tampoco tiene importancia.
Las dos amigas supieron que serían amigas para siempre, desde ese primer día de clases, es que cuando eres chamo las cosas se ven clarísimas, si ves a alguien y "no hay feeling", pues no le tratas y ya, solo un hola y chao, el mismo "hola y chao pescao" que esas dos amigas le hicieron a la tercera de la fila, la que no tiene importancia en este relato, nadie sufrió, no hubo traumas, eran niñas pero sabían claramente que un NO es un NO, las tres lo habían aprendido desde temprana edad y por eso allí hubo cero rollos (a mucha otra gente le cuesta entenderlo en la vida o quizás nunca lo llegan a aprender, triste no?)
No nos desviemos del tema, que sino se nos va la moto.
Una de las chicas era muy pobre, pero muy pobre muy pobre, la otra tenía dinero, mucho dinero (que luego resultó ser menos y después mucho pero mucho más, pero eso no viene al caso, insisto, no nos desviemos del tema). La chica que era muy pobre en realidad no tenía que decirlo, a su amiga no le importaba lo que los demás tuvieran en sus bolsillos, sino en sus cabezas y en su almas,en esos lugares era en los únicos que hacia (y hace) diferencia entre pobres y ricos. La chica que era pobre sentía la necesidad de contarlo,para ella una amiga era aquella que la aceptaba tal cual era y aunque su amiga rica desde el día 1 la había aceptado sin importarle muchos detalles, para la amiga pobre su amiga rica debía pasar la prueba.
Fue así como un día, antes del comienzo de las vacaciones navideñas, la amiga pobre decidió llevar a su amiga rica a su apartamento, aquel lugar donde la amiga rica no había entrado nunca, aunque estaba justo al lado del colegio. Al entrar vieron a una señora con una cara tan amable que a la amiga rica le arrugó el corazón. La señora iba vestida como en Caracas acostumbran a vestir a las señoras que se trabajan en casas de otros como servicio doméstico. Al entrar la amiga pobre le dijo con una sonrisa nerviosa: " te presento a mi mamá", la amiga rica sonrió con esa sonrisa que había aprendido de su papá, esa sonrisa que abre puertas, y le dijo: " encantada señora". Y así quedaron, encantadas la una de la otra. Para siempre. La niña pobre, ya no se sintió más pobre, porque había encontrado a alguien que valoraba quien era y el trabajo que hacía su mamá, que a su vez trabajaba en una casa donde vivían, comían, dormían y cuyos dueños de casa que nunca pudieron tener hijos, la querían como a una hija, hasta el punto de pagarle esa escuela, tan cara. Pero eso tampoco viene a cuento. Cortemos, que se nos va la moto.
Así llegaron al tercer año de bachillerato, casi 15 años y un mismo sueño, tener una moto (aquí si ya nos empezamos a centrar en el cuento), de esas que estaban tan de moda, una vespa, todas tenían una, todas, incluso la tercera en la fila de pupitres, todas, menos ellas dos, una por falta de dinero y la otra por falta de agallas, los padres de la segunda no querían ni escuchar hablar de algo que pudiera atentar contra su vida, difícil, muy difícil era convencerles. Estuvieron meses planeando la manera de hacerse con una, una sola les bastaba para las dos, todos los fines de semana comparaban los precios de los recortes de prensa que cada una había acumulado por su lado,con las ofertas en motos, con todos los modelos, para todos los gustos, cada una tenía sus ahorros pero el cálculo haciendo hasta lo imposible por conseguir dinero, les daba mucho menos de lo que necesitaban para hacerse con una.
Un día desistieron, se conformaron con los paseos que una tercera amiga les daba (no la tercera en la fila de pupitres sino una otra tercera que sin ser de la misma fila era la tercera correcta), esa tercera amiga que tenía una moto de color azul marino preciosa que brillaba a distancia, las montaba y les daba paseos por turnos después de clases, y así poco a poco les mataba el vicio tan grande que habían agarrado por esas motos.
Pero, no puedes matar nunca un sueño infantil, aquello es más grande que una mata de coco.
Es por eso que once años después, en Amsterdam (el tiempo vuela no? como mi relato que sino, se me va la moto) una tarde de Abril, la segunda esperaba a la primera en el aeropuerto, luego de abrazos y de risas al verse igualitas la una a la otra, la segunda le dijo:" te tengo la sorpresa más grande del mundo amiga, la moto, finalmente, llegó".
Llegaron a casa, dejaron maletas, regalos y jet lag, bajaron corriendo a la calle donde en una esquina una abeja amarilla culona y pequeña, que a la vez también era una moto, les esperaba, la primera amiga por un momento pensó que aquel animal moto les sonreía, y no le parecía raro, porque cuando la vida te sonríe, todo lo demás lo hace también.
Se montaron, con lágrimas en los ojos, la primera se sentó detrás de la segunda, la abrazó y le dijo: "amiga, vamos al colegio" y así iniciaron ese paseo imaginario que tantas veces vieron en su cabeza, las dos, saliendo de casa de la segunda y llegando a clases, por fin, en moto (de la casa de la primera nunca salieron porque vivía al lado del colegio, las chicas eran soñadoras, no tontas).
Por eso se reían a carcajada limpia mientras paseaban por Amsterdam, de qué otra manera se puede pasear cuando un sueño se cumple tarde o temprano y en el lugar menos inesperado?
Besos para todos. Recuerden, no dejen que se les vaya la moto...